martes, 27 de septiembre de 2016

Jerry Maguire miembro honorífico



Bueno, chicos. Esto no es una despedida ni un adiós pero si una breve disculpa por si en los tiempos venideros mi arte para bloguear se ve disminuido. Estaré liada con proyectos nuevos y el tiempo aunque relativo también es limitado.

No es que me haya vuelto normal de golpe o que me haya dado un tabardillo, haya pillado el brazo de un mozalbete, chino-chano me haya pasado como el que no quiere la cosa por una vicaría y mis nuevos proyectos sean ponerme a tener churumbeles como si se fuera a extinguir la raza humana. No amiguitos, podéis estar tranquilos que seguiré tan "anormal" como siempre en este aspecto que eso, a mi, me queda tan lejos como la estrella polar. Muy a mi pesar, o no tanto, seguiré con mis tonterías y por poco que pueda descuidad que os las iré contando.

De momento, confieso que tiro de refrito y os dejo una historia que escribí hace un tiempo para el cumpleaños de un amigo. Quiero dedicársela a H porqué sé lo mucho que le gusta ésta en particular. ¡Va por nosotras y nuestro pequeño gran club de inconformistas!

"Os voy a contar una historia. Una historia, sencilla, casi simple y contada en pocas palabras.

Os empezaré diciendo que soy una inconformista. Alguien que la conformidad de lo convencional le parece de cuento de hadas.

Como yo, en la vida, me he ido encontrando a unos cuantos y aunque no estemos federados como tal, estamos todos en el mismo club. Hace ya un tiempo que pertenezco a él. No me importa admitirlo, somos buena gente. Quizás difíciles de entender a los ojos de los demás con sus vidas conformadas y acomodadas.

La mayoría no tenemos pareja, conformarnos con una ¡buah, complicado!, demasiada responsabilidad. Aunque no cesamos en el empeño, ¡no nos podemos conformar con la soltería! Hay quien sí la tiene, benditas parejas de santa paciencia y consiguen ser felices, sólo que apoyan su inconformidad en otros asuntos de su vida. Por ejemplo, el inconformista en su trabajo o en los estudios suele ser un ansias, siempre sufriendo por hacerlo todo bien. No nos podemos conformar con un trabajo mediocre, tiene que ser perfecto, rápido y eficaz, incluso, a veces, bonito de ver.

Gracias a Dios, como en el dicho de las cucarachas, nos juntamos de vez en cuando para hablar de nuestras inconformidades. Un par de copas de vino y entre risas pasamos el rato. Lo bonito de ser del club de los inconformistas es que entre nosotros nos entendemos. Aunque, en ocasiones, parezca que cada cual mantenga una conversación consigo mismo y cada uno vaya a su historia. Que uno habla de un fracaso amoroso, otro te explicará las ventajas del cuarzo como talismán y otro la teoría de cuerdas. No importa, en nuestro club de inconformistas la sabiduría es la mejor invitada. Nunca sales sin saber algo nuevo de cualquier reunión. Da igual, sólo que se junten dos inconformistas seguro que algo sacas de interesante. No nos conformamos con menos. Las meras conversaciones triviales son para los conformistas que con hablar del tiempo en un ascensor ya les va bien así.

Una vez me enamoré de un inconformista. Grave error, infortunio shakespiriano que nunca se conformó conmigo. Yo, por contra, jamás me conformé con sus palabras, sus besos o sus caricias. Siempre quise más. Como un loco demente que quiere la luna yo quería un amor imposible. El corazón de un inconformista.

Con casi todos los miembros teoricé sobre mi desdicha, pues no se entiende que dos personas que se atraen como mosquitos a la luz y son tan compatibles en tantas cosas, no puedan estar juntas. El consejo generalizado fue el olvido. Debía conformarme y olvidarme de él. Por supuesto, no lo hice.

Pero como buen miembro del club, no me conformé con la tristeza de un amor no correspondido sino que llené de pequeñas inconformidades mi vida. No me conformé con ser débil y me apunté a un gimnasio, no me conformé con ser cobarde y me apunté a un sinfín de aventuras. No me conformé con estar sola y me rodeé de amigos."

Original Soundtrack from Jerry Maguire: Secret garden

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