martes, 8 de abril de 2014

El hada madrina de la pulcritud


Cenicienta, cenicienta, 
pronto , pronto cenicienta 
Lava y plancha, 
Trae la ropa, 
Barre y limpia la terraza...


Como la mayoría no tenemos ratoncillos que nos hagan las arduas tareas del hogar, en muchas ocasiones y los pocos que nos lo podemos permitir tiramos de la mujer de la limpieza. Esa bendita señora experta en convertir nuestras leoneras en hogares decentes.

En mi casa, me gané el sobrenombre de La marquesa de la Valltibillis (nombre inventadísimo de mi familia para designar a persona gandula) por sobrados motivos. Yo y el marujeo nunca hemos sido buenos amigos, lo justito para no parecer que vivo en un estercolero y poco más. Si es que cuando uno vive solo hasta agradece la compañía de las pelusillas rinconeras. Ellas viven en el pasillo tan felices, bueno, no te hablan ni te dicen nada pero tampoco molestan y al final, pues eso, les coges cariño. Hasta que un día llega la mujer de la limpieza y de un escobazo zascas... ¡Adiós amiga. Nos vemos en una semana cuando te vuelvas a reproducir (que siempre vuelven a reproducirse las jodías), te estaré esperando! Y sientes pena por ellas pero a la vez alivio por tener una casa limpia y sin riesgo de pillar una infección galopante a la que se te cae algo al suelo.

¿Cuántos de vosotros habéis repasado la casa el día antes de que viniera vuestra mujer de la limpieza? Porque claro, a ver si se va a pensar que sois unos guarros. ¡Si lo sois!

Pero por lo que he podido observar y me habéis ido contando, la mayoría, tienen una peculiaridad en común, mueven cosas. Pero no con la mente, no, que eso si que daría un cangueli que para qué, sino con sus manos. Ponen tus objetos donde más les viene en gana o les parece más bonito a ellas. Por ejemplo, yo tengo una pirámide y un dromedario encima de una mesita en el comedor. A mi me gusta en la esquina superior izquierda y es ahí donde ella se lo encuentra cada vez que viene porque es un sitio donde no molesta y queda bien y ella erre que erre en medio de la mesa que me lo encasqueta. 

Ya os he contado alguna vez sobre mis pequeños seres entrañables venidos de otros mundos que tengo encima de la televisión, pues ahora, le ha dado por poner de cara a la pared al pobre Principito. 
¡¿Qué le habrá hecho el muñecote para maltratarlo así?! Inexplicable, la verdad, inexplicable... Estoy por dejar una nota amenazadora "Deja a Principito o le quitaré las cerdas a la escoba"


Otro tema sería su especial habilidad para colocar la ropa dentro de los armarios. Jamás, jamás de los jamases lo colocará según tu criterio y cuanto más maníaco del orden seas más desproporcionado será este criterio contrario a ti. Yo sigo un sistema bastante sencillo, armario pequeño poco puedo hacer: camisetas de tirantes, manga corta, manga larga, cuello alto,  jerseys gordos y finos. Pues los días que viene ella aquello se convierte en un orgasmo de formas y colores. Eso sí, todas las pilas alineadas, como si eso a mi me sirviera de alguna utilidad. Al revés, luego no hay quien encuentre nada. Una chica hace poco, y por la que se me ocurrió escribir este post, me comentaba que ella lo ordena por colores, que conociéndola debe ser rosa y el resto de colores, claro y seguramente obvio al primer vistazo, entonces, ¿por qué se lo cambia todo? ¿Qué sentido tiene? 

Y es que no sé si será normal o no que las mujeres de la limpieza toquiñeen a su antojo todas tus cositas pero, la verdad, misterios a parte, las mujeres de la limpieza merecen todo el respeto del mundo y yo a la mía le tengo un especial cariño. A es tesoro y sin ella, al menos yo, estaría completamente perdida. 

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